jueves, 29 de mayo de 2014

Crítica: Godzilla (2014)

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Godzilla se ha encargado de destruir Tokio, hacer el ridículo en Nueva York y asociarse con un lindo compañero para una serie de dibujos animados que es mejor olvidar. Ahora, el enorme y verde reptil recibe un tratamiento 3D de enorme presupuesto cortesía del director británico, Gareth Edwards, quien impresionó a varios con su película de ciencia ficción y drama, Monsters, en el 2010.

Si todo lo que necesitas para pasar un buen rato gira en torno a criaturas realizadas por computadora que voltean a la cámara para dar un rugido estremecedor, entonces estás de suerte; de lo contrario te encontrarás bastante decepcionado con esta nueva película, la cual inicia con fuerza gracias a varias escenas inquietantes de pruebas nucleares en el Pacífico, seguidas de una secuencia trágica en una planta de energía que hace eco de la cinta original de 1954 tras la angustia atómica de Hiroshima.

Avanzando 15 años en el futuro, nos encontramos con el ingeniero en jefe Joe (Bryan Cranston) obsesionado con las teorías de conspiración sobre el accidente, mientras que su distanciado hijo Ford (Aaron Taylor-Johnson) trata de traer a su padre de vuelta a la realidad. Pero entonces, algo se agita en las profundidades.

Edwards prueba que es un genio absoluto cuando se trata del diseño de criaturas. El propio Godzilla es grueso, táctil y agradablemente anticuado, sobretodo en comparación con la versión de Roland Emmerich de 1998, mientras que sus adversarios, como el alado insectoide Muto, son deliciosamente grotescos. Pero en su manejo de la narrativa parece no estar tan seguro de sí mismo: después de un par de escenas de acción, Godzilla se asienta como una película sencilla de persecución a través del Pacífico bastante estándar, con los monstruos viajando de Japón a Honolulu y, finalmente, a San Francisco.

El guión es poco original y extrañamente sin sentido del humor, y la caracterización es débil: los actores, como Ken Watanabe y Sally Hawkins, solo se encargan de abrir la boca de asombro y parlotear sobre diferentes ideas para hacer frente a las criaturas, mientras que un desabrido Taylor-Johnson es colocado incorrectamente como el héroe de mandíbula cuadrada del filme. Siempre es divertido ver monstruos escamosos y gigantes del tamaño de un rascacielos arrasar con la civilización, pero algo de drama un poco más humano hubiera sido bastante bienvenido.

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